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–Daniel Rodríguez, miembro del Ministerio Primeras Impresiones, Campus Miralvalle

En mayo de 2021, Daniel Rodríguez escuchaba el programa radial “El Reto de Hoy” junto a su esposa Gladys. Debido a la pandemia de COVID-19, habían dejado de congregarse en su iglesia ya que no tenía servicios presenciales ni digitales. Así que escuchaban prédicas de todos lados.

“Invitaron a los oyentes al servicio de celebración del Día de la Madre en Vida Nueva y decidimos asistir”, dice Daniel con una sonrisa de oreja a oreja.

No imaginó que esa invitación vendría acompañada de la oportunidad de servir y crecer, así como cercanía con otros creyentes y hasta amigos con quien disfrutar las bendiciones de Dios.

Ahora forma parte del ministerio “Primeras Impresiones” en Campus Miralvalle. Cada domingo, colabora en el área de parqueo durante el primer servicio, mientras Gladys enseña la Biblia en la Escuela Dominical. Su hija, su hijo, su nuera y su nieta los acompañan. Daniel también ha empezado a colaborar en el Ministerio de Hombres que, entre otras cosas, realiza asados de carne. 

“Me conocían como el hermano pelibuey”, dice entre carcajadas. “Es porque una vez traje esa carne para asarla. Pero ya no me dicen así”. 

Afirma que servir en el parqueo le resulta agradable porque los miembros de Vida Nueva agradecen su ayuda. Su objetivo es facilitar el flujo de vehículos. 

“Uno lo hace con la mejor voluntad”, dice.

Pero el camino de Daniel no ha sido siempre risas y asados. Recuerda que, tras un problema familiar en su juventud, decidió dejar de congregarse a pesar de que era “el hijo del pastor”. Después de tres años difíciles de rebeldía y vicio, conoció a Gladys, quien le ayudó a salir de esa oscuridad. Dios también usó a su amigo Nelson para animarlo a leer la Biblia y volver a congregarse. 

Desde entonces, su único empeño ha sido agradar a su Salvador en cada área, incluyendo su trabajo como propietario de un taller donde se rebobinan motores industriales. Ese servicio es considerado “de emergencia”, ya que no se sabe cuándo se requerirá. Su hijo forma parte del equipo de trabajo con una visión empresarial. 

Agrega que una de sus bendiciones es tener una hija especial a quien los médicos sentenciaron que no podría hablar ni caminar. Pero a sus cuatro años, justo el día en que recibieron esa sentencia, la niña caminó en el pasillo de su antigua iglesia. Ahora Valeria tiene 22 años y ha concluido sus estudios de tercer ciclo. 

Por eso, Daniel asegura que su versículo favorito es el Salmo 23:1: “Jehová es mi pastor, nada me faltará”. Ni trabajo, ni amor, ni perdón, ni esperanza ni amigos… nada le falta a Daniel y por eso mantiene su sonrisa de oreja a oreja, mientras recibe a sus hermanos en el parqueo de la iglesia.  

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